En los Estados Unidos de América, vivió un hombre que con el paso del tiempo se enamoró de la cultura española. M. Archer Hungtington era su nombre. Desde temprana edad se dedicó a hacerse con objetos representativos de nuestra Historia.  Consagró su vida y su dinero a crear una de las colecciones de arte español más importantes del mundo. Era esta una era en que el coleccionismo se concebía, fundamentalmente, como un pasatiempo. Por eso, nuestro protagonista es un hombre singular: él no coleccionaba como un pasatiempo, sino como una ocupación. Desde el principio se propuso el objetivo de fundar un museo hispánico que dejara un legado del arte español al pueblo estadounidense. Y lo hizo, además, de una forma silenciosa, casi anónima: de hecho, nunca quiso que las instituciones que fundaba llevaran su nombre. Como es el caso de su más preciada creación: la Hispanic Society of America, el Museo Español, como se la conoce allí. Fue fundada en 1904 y abrió al público en 1908, en Manhattan, Broadway.

Pero no sólo Huntington fue un coleccionista. Gracias a su apoyo financiero, muchos hispanistas pudieron desarrollar su labor de investigación y publicar los frutos de su trabajo. salaAsí, obtuvo el reconocimiento de la comunidad académica: recibió el título de doctor honoris causa por las universidades más importantes del mundo: Yale, Harvard, Columbia y Madrid. Fue elegido miembro de las principales reales academias españolas y de América latina; fue patrono de numerosos museos y se le concedieron medallas de honor y muchas otras distinciones.

En colaboración con el Museo del Prado, la Hispanic Society ha organizado una soberana exposición. La muestra está ubicada en la mejor pinacoteca del mundo: el Prado y puede visitarse hasta el mes de septiembre. Se trata de una escogida selección de las piezas más representativas de esa institución. Es, pues, una oportunidad única para admirar delicadísimos objetos de arte, de una importancia capital.

El Prado ha colaborado activamente en la organización de la exposición,  cediendo la totalidad de sus salas de exposiciones temporales. Además, ha participado en la restauración de cuadros como la Duquesa de Alba, de Goya el Retrato de un eclesiástico, de Alonso Cano o Santa Emerenciana, de Zurbarán. Tres de las joyas que dejarán al espectador enmudecido.

En su afán de proporcionar al público americano una visión integral de la historia de España, Huntington concibió un museo con una cronología amplísima, que inicia sus colecciones en el segundo milenio antes de Cristo y arriban hasta ya entrado el siglo XX. Una panorámica excelente sobre nuestra Historia. Es decir, en la visita recorreremos todas las eras históricas de nuestro país: la Prehistoria, la Antigüedad, las Edades Media y Moderna y la época Contemporánea.

crramica-ampoEmpieza el recorrido en tiempos del Calcolítico, cuando hace irrupción un objeto peculiar: la cerámica campaniforme. Unos bellísimos cuencos, finamente trabajados, con forma de campana. Será fundamental para la reconstrucción de nuestro pasado y se convertirá en un registro arqueológico de primera magnitud: su aparición marca el tránsito hacia una etapa nueva en la Prehistoria, la Edad del Bronce.

Entramos en la Protohistoria de la mano de los pueblos prerromanos. El fabuloso Tesoro de Palencia se nos presenta. Torques y fíbulas, brazaletes. Los celtíberos. Avanzamos y, casi sin darnos cuentas, se nos presenta Roma, imponente. Una lucerna ornada con el dios Pan, dos trullae, una magnífica escultura de Diana cazadora… Enseguida, en un rincón, los que derribaron al imperio: los pueblos llamados bárbaros. Los visigodos están representados en una pieza fantástica: un broche de cinturón de bronce, con incrustaciones de piedras semipreciosas y vidrio de colores verde y rojo sobre pan de oro. Un símbolo de estatus de las mujeres visigodas.

La Edad Media comprende varias salas. Desde Al Andalus hasta el reinado de los Reyes Católicos, apreciaremos pieza de belleza indiscutible. Y, de golpe, nos encontramos en los tiempos del Siglo de Oro. Una sala especial alberga varios lienzos singulares: Antonio Moro, el Greco, Zurbarán… y Velázquez: un sobrecogedor Conde Duque de Olivares se nos muestra en todo su esplendor. Éste no va a caballo, como el que conocemos, pero su presencia da cuenta de su poder.

La Hispanic Society cuenta, entre sus joyas, con una magnífica biblioteca que reúne 300.000 libros, 1500 publicaciones (documento) y unos 250 incunables (libro impreso antes del año 1500). Se exponen un conjunto de esos fondos que dan idea de la maravilla. A este Criticón le gusta decir que se trata de una   sala de paleografía pues observando los documentos y publicaciones, nos hacemos una idea de la evolución de la escritura, de la lengua: la letra visigótica, la carolina, la cortesana o la humanística: Memorias y Aniversarios, Privilegios rodados, Ejecutorias de hidalguía… Y un documento muy especial: una carta hológrafa de Carlos V a su hijo en la que le da instrucciones y consejos sobre cómo ser un buen rey.

Continuamos el recorrido. Esculturas, vestimentas litúrgicas, delicados objetos de orfebrería… Entramos en América, tan importante para la Historia de España y del mundo. El paso al Nuevo Mundo nos lo da una sala deliciosa que reúne maravillosos objetos de cartografía. americoDestaca entre todos ellos el Mapamundi de Giovanni Vespucci. Una maravillosa carta en la que se muestra el dominio de los mares en el siglo XVI.

Y así arribamos al fin de la primera parte de la exposición. La Duquesa de Alba pintada por el genio de Fuendetodos nos despide. Se muestra altiva, desafiante, hermosa y segura de sí misma. A sus pies, una leyenda: sólo Goya. El pintor sintió una devoción desmedida por la aristócrata y el cuadro es un reflejo.

Las escaleras mecánicas nos conducen a la sala de arriba. Allí, dos son los protagonistas indiscutibles. Dos grandes artistas: Zuloaga y Sorolla. A ambos Hungtington les encargó una exposición sobre su visión de España. Ambos lo hicieron y el resultado fue radicalmente distinto, igualmente fabuloso.

Huntington, tuvo estrechos lazos con los intelectuales españoles de su época: escritores, poetas, historiadores, pintores… todo ello refleja su pasión por la cultura española. Así, por ejemplo, mantuvo una cordial relación con Ramón Menéndez Pidal. Ambos compartían su pasión por la tradición medieval española y en particular por El cantar del Mio Cid, la gran epopeya que narra las aventuras de Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid campeador. Huntington encargó a Sorolla otro proyecto: una serie de retratos de escritores y artistas de renombre. Parece ser que el encargo se selló con un pacto entre caballeros: Sorolla los pintaría y Huntignton los compraría. El pintor valenciano se puso manos a la obra y ejecutó veinticinco cuadros. Las figuras representadas en esta impresionante colección, ofrecen una estampa única del panorama artístico y literario de Madrid y Valencia. Por lo general, no hay políticos (a menos que estos cultivaran también una carrera cultural o académica relevante, como el caso de Gurmesindo Azcárate). Así que, los genios se nos presentan: Galdós, Emilia Pardo Bazán, Echegaray, Pío Baroja, D. Miguel de Unamuno, Antonio Machado… están todos: la gloria de las letras de los siglos XIX-XX.

Termina el recorrido. Poco a poco nos alejamos del museo. Nuestros pasos se pierden caminando bajo los grandes árboles del Paseo del Prado. Sonriendo, nos prometemos volver: nos acompaña la sensación de haber asistido a un gran espectáculo cultural. Una satisfacción para los sentidos que nos hace caer en la cuenta del rico patrimonio cultural de España.

Tesoros de la Hispanic Society
Museo Nacional del Prado
04/04/2017 – 10/09/2017