Año 1000.  Las gentes de la Edad Media temían la cifra, equivalente del Apocalipsis,  el fin del mundo. Pero el mundo no acabó: había que dar gracias a Dios. Miles de edificaciones se erigen por toda Europa, pequeñas iglesias,  monasterios, catedrales… Una arquitectura común, un arte nuevo. El Románico irrumpe en la Historia.

Europa atraviesa un momento histórico en el que se gestan grandes cambios. Se forman y transforman reinos. La sociedad está fuertemente dividida, tres grandes estamentos claramente diferenciados que giran en torno a un sistema económico y político: el feudalismo.  La mayoría de la población es analfabeta y el nuevo arte tiene una función didáctica: enseñar cosas de Dios. El Antiguo y el Nuevo Testamento marcan la inconografía. La arquitectura es el arte mayor y a ella se supeditan la pintura y la escultura.

Este Criticón, que no oculta su pasión por la Historia, se empeñó el pasado mes de diciembre en deleitarse con pintura románica. No disponía de tiempo para salir de Madrid, así que se dirigió a la pinacoteca más impresionante del mundo, el Prado. Allí, desde hace algunos años, se muestran unas pinturas únicas, procedentes de dos iglesias románicas deliciosas: San Baudelio de Berlanga y la iglesia de la Vera Cruz.

El museo ha reproducido la estructura interior de ambos templos situando las pinturas en los lugares en que se ubicaron originariamente. Unas pinturas que fueron “arrancadas” de los muros en los que se realizaron a través de una complicada y minuciosa técnica el strappo que, básicamente, consiste en despegar únicamente la capa pictórica. vitrubionUna técnica que, por otra parte, no es nueva: ya Vitrubio en su monumental obra De Architectura nos habló del proceso. Para lograrlo, hay que utilizar un adhesivo que posibilite y garantice la unión entre el tejido y la pintura. En ocasiones, cuando las pinturas han sufrido importantes desperfectos, es necesario realizar otros trabajos para consolidar las capas pictóricas.

Al llegar a las salas de las que hablamos, el visitante queda boquiabierto. Suele haber bastante silencio, no es un lugar muy transitado del museo, así que el placer es doble. Nos reciben las pinturas de la pequeña iglesia de la Vera Cruz dispuestas de manera didáctica, mostrando a quien las contempla distintos pasajes de la Biblia. El cordero místico, el Tetramorfos, la Epifanía,  escenas de los apóstoles… vera-cruz-segovia-644x362El Pantocrátor, el Dios juzgador envuelto en la mandorla, nos observa serio desde la cubierta; los serafines turifarios nos escudriñan con sus seis pares de ojos, no en vano, ellos son los ángeles más cercanos a Dios y observan nuestras obras… En el muro de cierre de la cabecera,  una representación de la creación de Adán y Eva, marca la diferencia: las figuras se dotan de movimiento y contrastan con el hieratismo de las escenas enfrentadas.

Abandonamos el espacio e, inmediatamente nos adentramos en uno nuevo: el que reproduce parte de una joya del arte mozárabe, San Baudelio de Berlanga. Esta pequeña iglesia presenta una peculiaridad única: la pilastra central que soporta parte de la cubierta. Se abre ésta en ocho fuertes nervaduras que asemejan la forma de una palmera. Las pinturas de este templo, se encuentran entre las muestras más antiguas de pintura románica de nuestro país (están datadas en torno a la primera mitad del siglo XII) y sorprenden no sólo por su excelente factura, sino por la combinación de temática profana y religiosa.

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También estas pinturas fueron arrancadas de sus muros originales. Pasaron de mano en mano hasta que el Prado pudo hacerse con algunas de ellas. Muestran escenas cinegéticas: cazador, perros, liebres… Se deduce la preocupación del artista por reflejar el movimiento y por la búsqueda de la perspectiva. Pero hay otras representaciones, muy relacionadas por la que fuera una obra enormemente popular: El Physiologus, un texto redactado en griego,allá por el siglo III y que en tiempos medievales fue enormemente popular. Se trata de un conjunto de descripciones de diversos animales, criaturas fantásticas, plantas… Su intención es plenamente moralizante. Así, la liebre es la representación de la concupisciencia, el elefante simboliza la humildad y el castillo alude a las miserias y enfermedades del hombre.

Pero no sólo el Románico castellano tiene cabida en ese área. La escuela catalana irrumpe con fuerza con una obra magnífica: El frontal de Guils. Durante los siglos XI, XII Y XIII se desarrolla en los frontales de los altares la pintura sobre tabla, en España sobre todo se realizó en Cataluña. El frontal  procede la iglesia de San Esteban de Guils, en la comarca catalana de la llamada baja Cerdaña (un territorio situado en las provincias de Lérida y Gerona). frontal-de-guils-criticionComo no podía ser de otro modo, la composición principal se centra en el Pantócratos, situado en el centro dentro de su almendra mística y acompañado por las cuatro figuras animales de los evangelistas, el tetramorfos. A ambos lados, se representan escenas de la vida de San Esteban: su lapidación y entierro. Contemplamos una pintura deliciosa, que contiene  figuras dotadas de una sencillez ingenua, de trazo infantil muy apropiado para el culto popular.

 

Sonriente, el visitante abandona ese rincón. Lo lógico es dirigirse hacia una sala imponente y relativamente nueva: la sala Varez Fisa. Un conjunto de dieciocho piezas expuestas de forma permanente desde diciembre de 2013 que completa el conjunto de arte románico y gótico que alberga la pinacoteca.

Pero esa, es otra visita y, por lo tanto, otra historia.