Cada nueva entrega de la serie de Bevilacqua y Chamorro es esperada con entusiasmo por su legión de seguidores. Y nunca defrauda.  Su público (entre los que se halla este Criticón) está siempre atento a las fechas en que se anuncia la puesta a la venta de las nuevas publicaciones sobre las andanzas  de la pareja de guardias civiles. Un cuerpo de seguridad por el que el autor siente un sincero respeto y a cuya labor profesa verdadera admiración.

La novena entrega presenta una peculiaridad: en esta ocasión –y por primera vez en sus andanzas- los protagonistas tienen que atender un caso fuera de las fronteras del estado español. Afganistán, país tan lejano como peligroso, es el escenario elegido. Allí, en la base española de Herat, ha ocurrido un oscuro episodio: un militar español ha aparecido degollado. Junto a él, el arma del delito: una herramienta empleada por los afganos para la recolección de la amapola de la que se extrae la droga, principal fuente de ingresos del país.

Nueve entregas en las que hemos sido testigos de la evolución de los personajes tan bien pergeñados por el escritor. Bevilacqua es ya un cincuentón avanzado. Su hijo, al que hemos ido viendo crecer, se ha convertido en un joven bien encaminado hacia la madurez. La relación entre ambos ha evolucionado, como la vida misma. Padre e hijo pasan a un estadio de amistad, unidos por la complicidad y la empatía que les envuelve. La sargento Chamorro es, indiscutiblemente, el segundo gran pilar de la trama. Su relación con Bevilacqua es tan duradera como sincera. Un binomio que se fortalece alternando dosis de ternura con eficiencia profesional.

portada-donde-los-escorpionesLos ingredientes narrativos son los habituales en Silva: maestría literaria y exhaustiva labor de documentación. Un estilo vivaz, dinámico y ágil, adecuado -y necesario- para la novelas de acción. Un rico vocabulario, exquisito, que a veces nada en la sofisticación pero que ni si quiera llega a rozar el peligroso flanco de la cursilería. En fin, -insistimos- nada defrauda sino todo lo contrario.

Y es que Lorenzo Silva, como decíamos al principio, cuida a sus lectores. Algunos escritores, alcanzada la fama, a veces flaquean en su literatura. Podríamos enumerar abundantes casos que han defraudado. Pero no sólo el público fiel es cuidado. El escritor ofrece a los nuevos lectores la posibilidad de adentrarse en las andanzas de los protagonistas en cualquier momento: ya sea a partir de El lejano país de los estanques o iniciando la lectura por este último.

A raíz de la presentación del libro, el autor concedió diversas entrevistas a los medios de comunicación. En una de ellas, dada al periódico elconfidencial.com, explicaba que “en la última década había un capítulo que la literatura española había olvidado, y era una negligencia, que era la realidad de España en los conflictos internacionales como Irak o Afganistán, pero también Kosovo o Bosnia. La literatura ha hecho como si no existiera, repitiendo lo que se hizo en su tiempo con la guerra de Marruecos. La novela trata de explotar esa parte de la realidad española menos conocida pero muy significativa”. Y es que en la saga que nos ocupa, el autor trata, de algún modo, de explicar la actualidad de su país. Y el capítulo de Afganistán forma parte de ésta.

Los seguidores del escritor, leemos con curiosidad las citas que, a modo de prefacio, utiliza.  Para su nuevo título, el rey Alfonso X el Sabio vuelve a través de El Lapidario lapidarioun tratado médico -y mágico- sobre las propiedades de las piedras en relación con la astronomía. Su traducción al castellano se adjudica al Sabio monarca. La cita comienza así:

<<Del XIXº grado del signo de Escorpión es la piedra a la que dicen ceminez, que quiere decir en caldeo llorador, porque el que la trae consiguo á sabor de llorar e de estar triste, e por ende la aborrecen los que la conocen.>>

Y acabemos de la mano del propio escritor. Cuando alcanzamos el epílogo, Bevilacqua, cual Don Quijote, se dirige así a su fiel compañera:

<<Alguien tiene que salir a embestir los molinos, mi buen Sancho. Si toda la gente se quedara en casa poniendo pegas y haciéndose el listo, este mundo sería un lugar demasiado sórdido para vivir>>.

Y es que, en el año en que celebramos el IV centenario de la muerte de Cervantes, el guiño al Escritor parecía inevitable.